jueves, 21 de abril de 2016

Pere Portabella y la Escuela de Barcelona. Una relación esquiva


La Escuela de Barcelona fue un movimiento cinematográfico surgido a principios de los años 60. Su rasgo más característico fue una voluntad de innovación formal, caracterizada por el intento de asimilar los rasgos estilísticos de la Nouvelle Vague, el Free Cinema o el underground americano, pero también el estilo de la moda, la publicidad y la música pop. Uno de sus aspectos más visibles era el uso de modelos (provenientes del mundo de la publicidad), en lugar de actrices. Sus musas: Romy, Serena Vergano o Teresa Gimpera, de aspecto "europeo", aportaban un aire de sofisticación y elegancia que contrastaba con el estilo más tradicional (tanto en su vertiente folklórica como realista) de la producción española de aquellos años. Los temas que trataban a menudo tenían que ver con preocupaciones personales, ligadas a la necesidad de encontrar un estilo de vida libre e intenso. Este anhelo, que inevitablemente se confontaba al clima moralizante, tradicionalista y represivo de la sociedad franquista, raramente se traducía en actitudes abiertamente políticas. Y, cuando las situaciones sociales, identitarias o ideológicas aparecían, lo hacían de forma superficial y anecdótica. Con algunas excepciones, el núcleo de la Escuela de Barcelona estaba constituido por jovenes de la burguesía catalana, asociados a lo que se conoció desde entonces como Gauche Divine, un término acuñado por Joan de Segarra. Conseguían de su círculo social los recursos para realizar un cine que nació, al menos al principio, al margen de la industria, con cierto espíritu cooperativista y voluntad de ser underground y rupturista. Sus producciones combinaban profesionales con experiencia en la industria con autodidactas entusiastas, así como personajes provenientes de otros ámbitos (fundamentalmente la publicidad, pero también la arquitectura o la fotografía).