lunes, 14 de octubre de 2013

Entrevistando a Jaime Rosales

Hace ya más de un año, Jaime Rosales estrenó la que hasta la fecha es su última película: Sueño y silencio (2012). Una película sobre la muerte y sobre el duelo, sobre el dolor y la pérdida, en la que el director catalán da un paso al frente en su acercamiento al cine trascendental tal y como fue definido por Paul Shcrader en su libro dedicado a Ozu, Dreyer y Bresson (SHCRADER, P. El estilo trascendental en el cine: Ozu, Bresson, Dreyer Ediciones JC Clementine, Madrid, 1999).

Con motivo del estreno de esta película, tuve la oportunidad de entrevistar a Rosales para la revista Contrapicado. Debido a la acumulación de periodistas que queríamos hablar con él, nos concedieron muy poco tiempo. Me apuntaron al final y a Rosales tuvimos que compartirlo yo y un compañero de otra publicación. Nos dieron poco tiempo. Pero fue muy interesante poder hacer un acercamiento al que sin duda es un director de referencia ahora mismo (a pesar de sus detractores).



Como comenté hace poco, Rosales fue un referente importante a la hora de plantear El muerto, el cortometraje que acabo de dirigir. Tanto a nivel formal, como por la voluntad de que el cine nos ayude a mirar de otra manera, y a descubrir lo que está más allá de los hechos. Lo fue sobre todo Las horas del día (2003). Pero también lo fue redescubrirle para preparar el artículo que escribí en Contrapicado, en el que analizo sus largometrajes para terminar centrándome en su última película.

El artículo ha pasado por un largo proceso de reescritura y también por una meticulosa edición llevada a cabo por Albert Elduque, redactor de Contrapicado.

Ha sido un trabajo largo y hecho con mimo. Espero que lo disfrutéis.

martes, 1 de octubre de 2013

Algunas palabras sobre 'El muerto'




Origen del proyecto

El origen de este proyecto se remonta unos años atrás, cuando estuve investigando para un documental que giraba en torno a unos adolescentes que cometieron un crimen: un crimen horrible y cruel. Un crimen que no cometieron movidos por la rabia o por la consecución de algún objetivo, sino debido a un afán de llamar la atención, unido a la absoluta inconsciencia ante las consecuencias de sus actos y a una escalofriante incapacidad para empatizar con el dolor ajeno. Se trata de un tipo de violencia que nos aterra por su frialdad. Y que se nos muestra como un espejo grotesco de ciertas actitudes que, por desgracia, no nos son tan extrañas.

Debido a lo sensible del tema y a ciertas cuestiones éticas que me preocupan sobre el modo de narrar la historia en la forma en que creo que debería narrarse, decidí plantear la problemática en los términos de una ficción.